Kamala Harris, con popularidad a ras de tierra como vicepresidenta de EEUU, a disputar candidatura presidencial, con posibilidad de ganar, a Donald Trump el 5 de noviembre
WASHINTON.- Un domingo por la mañana de julio, Kamala Harris hacía panqueques y un rompecabezas con sus sobrinas nietas cuando recibió la llamada que lo cambió todo.
«Estábamos ocupadas con el rompecabezas y suena el teléfono, y es Joe», contó Harris al locutor radiofónico Howard Stern. «Me levanté para contestar y entonces la vida cambió».
El presidente Joe Biden le anunció que se retiraba de la carrera por la Casa Blanca.
Hasta ese día Harris tenía uno de los índices de aprobación más bajos para una «vicepresidenta».
Pero en pocas semanas montó una campaña electoral de la nada y persiguió a Donald Trump en las encuestas.
Encadenó los mítines, recaudó más de mil millones de dólares en fondos y trajo lo que ella llamó una explosión de alegría a un partido que había perdido la esperanza.
Pero la euforia se desvanece y Harris se ve obligada a luchar para intentar ganar las elecciones presidenciales del 5 de noviembre.
«No es fácil. Normalmente, la gente se postula para la presidencia durante dos años, y ella apenas ha estado en campaña desde finales de julio», declaró a la AFP David Karol, profesor de política en la Universidad de Maryland.
Un comienzo difícil
Harris fue una pionera desde el momento en que entró a la Casa Blanca como la primera mujer, negra y surasiática vicepresidenta de Estados Unidos.
El comienzo fue difícil. Harris recibió críticas devastadoras que ponían en tela de juicio su aptitud para el cargo.
Se hizo famosa por sus «galimatías».
Además Biden le encargó que llegara a las raíces del problema de la migración ilegal en el país, lo que dio a los republicanos una línea de ataque. Hasta hoy la llaman la «zarina de la frontera».
Pero las cosas comenzaron a cambiar en 2022. Cuando la Corte Suprema anuló el derecho federal al aborto, Harris finalmente encontró su voz.
Se movilizó por todo el país y asumió un papel cada vez más prominente en la segunda campaña presidencial de Biden.
Algunos funcionarios reconocían en privado que se planteaba ser candidata en 2028. Pocos presagiaron que sería mucho antes. En parte porque Harris fue subestimada durante mucho tiempo, tanto por algunos demócratas como por los republicanos.
Trump pronto descubrió que la mujer a la que llamaba «camarada Kamala» y «loca» era una rival de peso. En su único debate electoral, fue ella quien se impuso.
«Momala»
Harris ha evitado deliberadamente mencionar su raza o género durante la campaña.
Cuando habla de su pasado, lo hace principalmente para mencionar a su madre nacida en la India, que la crió a ella y a su hermana sola. Pocas veces cita a su padre, natural de Jamaica.
No oculta su devoción por su marido, Doug Emhoff, cuyos hijos, Cole y Emma la llaman «Momala».
Ha criticado al compañero de fórmula de Trump, J.D. Vance, por sus comentarios contra «mujeres sin hijos y con gatos».
Es frecuente escucharla hablar sobre su trayectoria profesional como fiscal y luego como fiscal general de California, en contraste con Trump, condenado penalmente.
Harris también ha mencionado que tiene un arma, consciente de que está muy bien visto entre los votantes republicanos.
Se siente incómoda con los medios de comunicación y fue criticada por negarse a conceder entrevistas durante varias semanas.
La pregunta ahora es si ella puede juntar las piezas del rompecabezas y romper el techo de cristal más alto de Estados Unidos para convertirse en su primera mujer presidenta.
«Creo que ha hecho una buena campaña. Y si ella pierde, algunos dirán ‘oh, es porque no hizo una buena campaña’ y creo que eso es incorrecto», opina Karol.