Líderes mundiales se reúnen en Berlín en busca de un proceso de paz para Libia

La cumbre aspira a frenar la internacionalización de un conflicto crucial para la estabilidad de la UE y el Mediterráneo

Los mandatarios de las grandes potencias del planeta aterrizaron este domingo en Berlín en busca de una solución de paz para el polvorín libio.

Aspiran a forjar un alto el fuego duradero, pero sobre todo aspiran a que las potencias extranjeras se comprometan a mantenerse al margen de un conflicto con cada vez más actores secundarios que nutren de armas y efectivos a los bandos enfrentados por el control del país y la industria petrolera.

Es decir, se trata de evitar a toda costa la internacionalización de un conflicto que amenaza con convertirse en una nueva Siria.

Los máximos representantes de la contienda libia, Fayez Serraj, al frente del Gobierno de Acuerdo Nacional y el hombre fuerte en Libia, Jalifa Hafter, han llegado a Berlín. Junto a ellos, Vladímir Putin (Rusia), Recep Tayyip Erdogan (Turquía), Boris Johnson (Reino Unido), Emmanuel Macron (Francia), Ursula von der Leyen y Josep Borrell (Unión Europea), Mike Pompeo (Estados Unidos), Ghassan Salamé (ONU) y la canciller alemana, Angela Merkel, como anfitriona de una cumbre que se celebra en la sede del Gobierno alemán.

La extraordinaria alineación de esta cita da una idea de la urgencia y la gravedad de la situación sobre el terreno libio, con el avance de las fuerzas de Hafter a las puertas de Trípoli. Pero la relevancia del encuentro de este domingo denota sobre todo la potencial onda expansiva de un conflicto capaz de dinamitar equilibrios regionales y globales.

“Si no controlamos la situación allí, se puede desestabilizar toda la región”, advirtió ante la prensa Josep Borrell, alto representante de Política Exterior de la UE. “Esto no es una cita aislada, esto es el inicio de un proceso”, añadió en alusión a lo que diferencia la conferencia de Berlín de anteriores citas.

“Las partes que combaten en la guerra civil libia solo pueden luchar entre sí porque reciben apoyo militar del extranjero. Tenemos que detenerlo para que Libia no se convierta en la nueva Siria”, ha considerado el ministro de Exteriores alemán Heiko Maas el domingo.

El borrador del texto que el domingo se negocia contempla en su punto seis que “nos comprometemos a abstenerse de interferir en el conflicto armado de Libia y exigimos a todos los actores internacionales a que hagan lo mismo”, según el texto filtrado a la prensa alemana.

Ya en Berlín antes de dar comienzo la conferencia, Serraj pidió a la comunidad internacional que actúe. “Si Jalifa Hafter no cesa esta ofensiva, la comunidad internacional tiene que pasar a la acción, incluida una fuerza internacional para proteger a la población civil libia”, dijo al Welt am Sonntag. “La Unión Europea tiene que ser autocrítica. Han llegado demasiado tarde”, estimó.

El presidente del consejo europeo, Charles Michel, recordó el domingo los objetivos del encuentro en Berlín “es hora de consolidar un alto el fuego, respetar el embargo de armas de Naciones Unidas y relanzar un proceso político”.

El objetivo de la cumbre es sentar las bases para lograr un alto el fuego permanente entre los bandos libios –el Gobierno de Trípoli reconocido internacionalmente y las fuerzas de Hafter, que tiene bajo su control gran parte del país-.

Cada bando cuenta con el apoyo de poderosos valedores dentro y fuera de la región. Por un lado, al Gobierno de Acuerdo Nacional de Serraj lo sostiene la ONU en Trípoli y lo apoyan Turquía, Catar y la Unión Europea.

Por otro, Rusia, Egipto, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, EE UU y también Francia apoyan al mariscal Hafter, hombre fuerte del Este de Libia, al que consideran capaz de estabilizar el país y frenar el yihadismo.

En este contexto, Moscú y Ankara se han convertido en los principales actores extranjeros en el país, sin los cuales no será posible alcanzar ningún acuerdo de paz.

Refugiados

A la posibilidad de que tropas de alguno de estos países acaben enfrentados sobre el terreno libio, se le suma la preocupación europea y sobre todo alemana de que el caos en el país agrave la situación migratoria a las puertas de la UE y se acabe desencadenado una crisis similar a la de 2015, cuando llegaron a Alemania más de un millón de demandantes de asilo.

Libia no ha recobrado la estabilidad tras la caída del dictador Muammar Gaddafi en 2011, pero desde hace nueve meses, los combates entre los grupos armados han cobrado nueva intensidad en un país en el que reina el desgobierno.

Los traficantes de armas y de personas han sabido aprovechar el caos y han convertido al país africano en plataforma de partida en el Mediterráneo con destino a la UE.

Pese a la aparatosa coreografía política que ha convertido este domingo a Berlín en capital de la diplomacia mundial, lo cierto es que las expectativas son deliberadamente reducidas para evitar una posterior sensación de fracaso.

El de Berlín es solo un primer paso, pero que aspira a ser sólido. La idea es que en las próximas horas, la declaración que se prevé que emane de la capital alemana no se convierta en papel mojado como ha sucedido con citas anteriores y que los bandos enfrentados no vuelvan a las armas.

El Gobierno alemán ha invertido un enorme capital político en un proceso que considera crucial para la estabilidad de Europa y que puede además proporcionar beneficios colaterales.

Berlín quiere demostrar que el discurso multilateralista es capaz de ofrecer resultados y de que la vía militar no es una opción, en tiempos de nacionalismos y creciente cuestionamiento de la cooperación internacional.

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