Lo que se espera de la economía tras el coronavirus

La crisis por la Covid-19 augura nuevas reglas en las relaciones comerciales, los hábitos de consumo y en el peso del Estado frente al mercado

El ser humano y los pueblos están atravesados por cicatrices y memoria. Ambos construyen lo que serán y lo que fueron.

La hiperinflación de la República de Weimar aún pesa en las políticas alemanas y su austeridad; la Gran Depresión dejó en los estadounidenses un sentido de “no malgastar” (waste not, want not); y la crisis de 2008 y su legado de precariedad e inequidad todavía empobrecen la vida de millones de personas en muchas democracias occidentales. Pero todo desastre es diferente.

El crash de 1929 y la II Guerra Mundial definieron las bases del moderno Estado de bienestar, y la epidemia de gripe de 1918 ayudó a crear los sistemas nacionales de salud en muchos países europeos.

Por eso, cada shock económico deja una herencia de recuerdos y heridas. También de cambios. Resulta imposible pensar que esta inimaginable experiencia de mascarillas, distancia social, pérdidas humanas y cancelación de la vida no traerá consecuencias después de que termine la pandemia.

Es pronto para saber exactamente cuáles. Cuanto más dure la crisis, mayor será el daño económico y social. Los analistas pueden tardar años e incluso décadas en explicar todas las implicaciones de lo que se vive estos días.

Lo paradójico, o no, es que este virus explota las características de la vida que nosotros mismos nos hemos dado. Sobrepoblación, turismo masivo, urbes inmensas, viajes aéreos constantes, cadenas de suministros a miles de kilómetros y una extrema desigualdad en el reparto de la riqueza y en los sistemas de salud públicos.

Todo esto ha dejado expuesta la fragilidad del hombre. Esta ha sido la auténtica placa de Petri de la Covid-19.

¿Qué vendrá cuando pase? “La epidemia aporta una mentalidad de tiempos de guerra, pero una mentalidad que une a todo el planeta en el mismo lado.

Los años de guerra son periodos de una gran cohesión interior de los países y de la preocupación por los otros”, reflexiona Robert J. Shiller, premio Nobel de Economía en 2013. Y a

ñade. “Un efecto a largo plazo de esta experiencia podrían ser unas instituciones económicas y políticas más redistributivas: de los ricos hacia los pobres, y c

on mayor preocupación por los marginados sociales y los ancianos”.

Es una esperanza. Desde luego, la crisis actual no es tan catastrófica como una guerra mundial o la devasta

ción que vivieron nuestros abuelos en la contienda civil, pero sus efectos económicos serán enormes. Carecen de precedentes en tiempos de paz.

El suceso más parecido con el que podemos compararla, el crash financiero de 2008, gestó un cambio intenso en la economía del planeta. Se pasó de un crecimiento relativamente alto y una moderada inflación a otro anémico y con deflación. Pero el mundo nunca más volvió a ser igual al que había sido antes de ese año.

“El coronavirus va a provocar una recesión muy superior a la de 2008-2009, ya que la deuda actual de Grecia es del 175,2% de su PIB, y en niveles igual de altos, que rondan el 100% del PIB, andan Italia, Francia y España”, advierte el economista Guillermo de la Dehesa.

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