No al caudillismo, no a la represión, y sí a la alegría que identifica al pueblo dominicano

El Gobierno del presidente Luís Abinader, a través del Ministerio de Interior y Policía, se está ganando desde diciembre del 2024, el mayor de los repudios de los últimos años.

Y todo comenzó con la designación de Faride Raful. La ministra de Interior y Policía, en diciembre pasado, la emprendió contra los propietarios de negocios de bebidas, a quienes les impregnó un nerviosismo y una persecución, que no los dejó trabajar en paz y ganarse los “chelitos” tranquilos de Navidad y Año Nuevo.

Cuando se pensaba que todo había pasado en diciembre, la funcionaria, que se ha convertido en lo más impopular en República Dominicana, cogió fuerza y lo demostró en la pasada Semana Santa.

República Dominicana, catalogada como una de las naciones más alegres del mundo, según trabajos de investigación hechos en el pasado, hoy debe ser considerada como uno de los países más tristes, porque Faride Raful le tiene prohibido a la población escuchar música en su casa, vehículos, hacer reuniones familiares y hasta jugar una mano de dominó.

Faride Raful tiene prohibido, hasta el “junte familiar”, “celebración de cumpleaños” y hasta “romper una piñata”, porque todo le molesta y lo tiene prohibido.

En las redes sociales, es la mujer más criticada por todos los extractos sociales, de aquellos propietarios de establecimientos de diversión, desde colmados hasta discotecas, hasta la gente sencilla y humilde de sus casas, en barrios y ensanches.

Lo peor del caso es que el presidente Abinader, conocedor de la situación, no dice ni hace nada, deja a Faride inflándose, arremetiendo contra la mayoría de la población, con una arrogancia y prepotencia que mete miedo.

Si las cosas siguen como van, si se le permite todo lo que hace sin abrir la boca, cuando despertemos, es posible que estemos viviendo una dictadura incipiente, pero fuerte, quizás no como la de Rafael Leonidas Trujillo, pero sí como la de Joaquín Balaguer de los 12 años.

No le pedimos a la población que se lance a la calle a hacer desórdenes, pero consideramos que la población debe unirse para enfrentar las pretensiones, porque no consideramos que sean buenas para la democracia y el bienestar de los dominicanos.

República Dominicana es un pueblo alegre, de música, de algarabía, aunque no se esté ingiriendo bebida alcohólica, pero con estas prohibiciones, hasta para limpiar la casa, las mujeres ya no prenden el radio con su música preferida, porque temen a que una patrulla de la Policía Nacional se les lleve el equipo de música.

No permitamos que un Gobierno, uno de los peores que ha tenido República Dominicana en toda su historia, se convierta en un dictador, donde se vulneren las libertades y las leyes y no pasara nada.

No a la dictadura gubernamental, sí a la alegría y recobremos nuestra buena vibra, lo que siempre nos ha identificado como pueblo.

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